martes, 18 de diciembre de 2012

Cuentos de balón I "Tocar techo a los quince".



Yo me federé ya en prebenjamines, en el equipo de futbito del barrio. No era el mejor, pero era titular, que siempre da un estatus que hasta permite guiñarles el ojo con cierta arrogancia a las niñas que hay en la grada, mientras tu madre te limpia, del moflete, su carmín con un pañuelo en el que previamente ha salivado. Le decían mis entrenadores a mi padre que no era malo pero que me faltaba garra. Ya a los quince años, cansado de perder, dejé el equipo no especialmente puntero en el que militaba, para irme a otro de una categoría superior con camaradas que realmente sabían a que estaban jugando.  


En mi debut, partí desde el banquillo: “Tampoco es cosa de venir de estrellita”, pensé. Con 3-1 a nuestro favor y el partido muy de cara, el míster me dijo que salía. Era el momento de demostrar lo que sabía hacer y vaya si lo hice: En la primera jugada defendíamos un córner,  la colgaron y uno de nuestros defensas rechazó el balón que se dirigió hacia mí. Al ver que no me llegaba al pie, le clavé un guantazo que ni Rafa Pascual en Barcelona 92; pidió penalti hasta mi padre desde la grada, donde se oyó un clamor que eso parecía Celtic Park. Pero el árbitro, quizá al advertir mi cara de pavor, que, desentendiéndome ya completamente del partido, parecía rogar misericordia, dejó seguir el juego. 


Muchos jugadores se crecerían ante tremenda ignominia: no fue mi caso. Traté de pasar inadvertido, lo cual fue relativamente fácil, pues nadie se la quería pasar al “Manoplas”. Al fin, me cansé de vagar, y viendo que el balón iba de nuevo a córner, esta vez a nuestro favor, pedí la pelota con determinación, confiando en mi primoroso toque para ponerla en el corazón del área.  El encargado de lanzarlo, atónito, me la cedió a regañadientes y como aquella vieja que deja sus bolsas de la compra a un desconocido que se ofrece a ayudarla: con sospecha.
Otro compañero se acercó, brindándome la opción de tocar en corto. No estaba familiarizado  uno con esas exhibiciones de estrategia y, perturbado, tiré por la calle del medio metiéndole un punteirolo al balón, que colisionó en los huevos de mi compañero, situado apenas a dos metros de mí. La pelota rodó entristecida hasta la banda y el infortunado muchacho tuvo que ser sustituido. 


 Esa misma semana, el míster, en un entreno, me espetó: “Para foguearte, te vamos a mandar al B un par de partidos”. Tal fue el eufemismo que sólo le faltó hablar en rueda de prensa de falta de feeling.  Y allí me quedé hasta que, con diecisiete, colgué las botas.

viernes, 9 de noviembre de 2012

"I´m not in danger, Skyler, I am the danger". Breaking Bad.



Empieza a convertirse en una afirmación cansina; pero no por ello deja de ser una verdad indiscutible: El mejor cine, en los últimos años, se está haciendo en la televisión.  La calidad sin ambages de series como “The Wire”, “The Soprano” o “Mad men”, por citar algunas de las más célebres, está fuera de toda duda. Pero no os hablaré de ninguna de estas porque, como en gustos no hay nada escrito y manipulando vilmente las palabras de Francisco Umbral, yo he venido aquí a hablar de mi serie favorita a día de hoy: “Breaking Bad”.


Se trata de un relato tragicómico con aroma de comedia negrísima, que nos remite en momentos a los hermanos Coen. La trama gira en torno a Walter White (Bryan Cranston), un profesor de química, al que, de un día para otro, se le diagnostica un cáncer de pulmón incurable. La situación es límite, ya que su hijo, que nació con parálisis cerebral, tiene algunas dificultades para hablar y caminar y, además, su mujer espera otro hijo; por lo que las condiciones en las que quedará su familia serán cuanto menos comprometidas. Esto le lleva a decidir que, para proveerles de un escenario cómodo y sirviéndose de sus conocimientos, producirá y comercializará una anfetamina muy pura, para lo que contará con la ayuda de su ex alumno Jesse Pinkman (Aaron Paul); personaje éste, lleno de matices y sutilísima ternura.  




La sucesión de vertiginosos malabares del protagonista sobreviene entre mentiras, secuestros, robos, asesinatos, encubrimientos, tenencia de armas, tráfico de estupefacientes (agrabado por el hecho de que el cuñado de White, Hank Schrader, es el agente de la DEA encargado de investigar al enigmático personaje que se encuentra detrás de la  novedosa metanfetamina que ha llegado a la ciudad) de manera vibrante para el espectador.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Misfits. Gamberrismo británico.


Misfits es la serie más gamberra que ha parido, a día de hoy, la gloriosa Gran Bretaña. No hay más que ver su potentísima intro, con la frenética canción “Echoes” de la banda The Rapture, para darse cuenta. Misfits supone un paso adelante, en lo que a mala hostia se refiere, desde otra serie británica de temática juvenil: la también excelente Skins.


El punto de partida tiene como protagonistas a un grupo de jóvenes que, por diversas causas, resultan obligados a realizar trabajos para la comunidad y cuenta cómo una extraña tormenta los dota de misteriosos súper poderes  -invisibilidad, control de las personas por atracción sexual, viajes en el tiempo, telepatía, etc.- que van descubriendo escalonadamente y actúan como excusa para que esta agudísima comedia relate las relaciones de amistad, amor y sexo entre los personajes.  Si un pero se le puede poner a Misfits es la absoluta (e intuyo pretendida) dependencia del personaje más irreverente: Nathan Young. Este, descarado, engreído y bastante salido, eleva a la trama a sus cotas más altas de cinismo y humor negro. Es un personaje inolvidable, que en un incisivo discurso, dota de su propio “libro de estilo” a la serie.


Se trata, además, de una producción que no sólo se ve libre de la estúpida y poco creíble moralina presente en buena parte de las  series de temática teenager; sino que aporta una visión tremendamente ácida y realista, por cómo estos chavales afrontan las más extremas y absurdas  situaciones que puedas imaginar.


Cuenta  Misfits con una banda sonora sencillamente espléndida y una fotografía que deslumbra frescura. Y es, para terminar, una apología de la juventud más gamberra y políticamente incorrecta, acaso delictiva; y no exenta de una cierta dosis de crítica social.

miércoles, 31 de octubre de 2012

La Copa del Rey como síntoma.



Esta semana tenemos atractivísimas eliminatorias de la Copa de S. M. el Rey. Algunos se quejan del formato de esta competición. Sorteos adulterados y eliminatorias poco atractivas por injustas, hacen que el futbolero medio, cuando menos, se levante del sofá y proteste airadamente.

En estas eliminatorias, a doble partido, los equipos más poderosos de 1ª división se enfrentan a otros de 2ª B; ahí están el Alcoyano-Real Madrid o el Alavés-Barcelona. Si añadimos a éste desequilibrio de categorías, que el primer partido es en casa del pobre (que hagan algo de taquilla, joder), dejando una posible agitación para otro momento (si eso), nos deja una competición arbitraria, con poco gancho y profundamente corrompida.  Es interesante la similitud entre esas eliminatorias y otras situaciones de actualidad.

¿De qué habla este tarado?, pensarás.

El gobierno ayuda a los Bancos cuando éstos, únicamente por la irresponsabilidad e incompetencia de los que los gestionan, se ven en problemas. Inyección de liquidez por aquí, rescate por allá, amnistía fiscal por la izquierda, indulto para el caballero gordo y de corbata del fondo. Mientras, los que únicamente gestionan su familia, su pequeña empresa, la búsqueda de trabajo o cómo conseguir que no desahucien a su familia de su hogar, la ayuda que reciben es el adelgazamiento de lo público, el despido prácticamente gratuito, la subida de los impuestos que más inciden en su poder adquisitivo, desahucios sin dación en pago, anulación de ayudas para el estudio y un largo etcétera.

Y luego llega el huracán Sandy, que viendo el tratamiento de los medios españoles, parece que se dio un paseo por el Caribe, como el que va de viaje de novios y ya puede dejar a su paso por Cuba once muertos, y medio centenar de cadaveres en el infortunado Haití, que aquí en España sólo se lía cuando llega a Nueva York y cierra Wall Street.

Supongo que un haitiano, un pensionista o un dependiente tampoco han hecho los suficientes méritos para jugar en igualdad de condiciones.

martes, 16 de octubre de 2012

La conciencia más visual.



"Because something is happening here, but you don't know what it is; Do you, Mister Jones?"

Tenías quince años y una parte de ti se hundió en ese petrolero, veías unas imágenes inequívocas y brutales, mientras escuchabas titubeantes palabras que pretendían adulterar la descripción de lo que estabas observando, formando un absurdo casi rayano en el esperpento más doloroso. Se hundieron pues con el Prestige el candor y la primera inocencia con las que tan placidamente recibías la información hasta ese momento, mientras intentabas procesar torpemente "pero, pero, ¿has oído eso">>.   

Como todo proceso rupturista tuvo una contrapartida: Emergió, luchando contra chapapote y engaño, para liberarse de la pegajosa fuerza que lo asía con fuerza, una Conciencia con mayúscula. Tomáste nota de una manera muy poco sutil de las hostilidades del entorno. Acaso fue una bellísima y super visual manera de descubrir la mentira en su máxima expresión.  Luego de unos meses el partido que gestionó esta crisis ganó en los Ayuntamientos más afectados y diez años después, el más obtuso y máximo responsable de tu actitud crítica actual es Presidente del Gobierno y no deja de sorprenderte y provocar en ti la misma y desmañada reacción: "Pero, pero...". 

Y es que ya lo venía diciendo Castelao hace unos años "mexan por nós e din que chove"