miércoles, 26 de septiembre de 2012

"Irse a Madrid y otras columnas"

Irse a Madrid y otras columnas no es una obra maestra, cierto. Pero es el libro que recomendaría a todos los amigos a los que deseo momentos de hilaridad (casi todos). Manuel Jabois es el columnista de moda y no lo es por casualidad, sino principalmente por su visión, por su manera de hilar las cosas, porque hace de la metáfora una historia y de la historia una metáfora.
Se trata de una recolección de algunas de sus columnas escritas entre 2009 y 2011, en diferentes periódicos locales y regionales y la revista digital FronteraD, en las que narra, alejado de la actualidad, anécdotas y sucesos sobre su trabajo en una redacción, sus mejores y más surrealistas borracheras y resacas (las que se pueden contar), sus relaciones con novias, vecinos etc. El vínculo que relaciona estas columnas, aparentemente inconexas unas a otras, es el humor cínico y desmedido del autor, con relatos sencillamente apoteósicos como “Morir en Caneliñas”, “El penalti” o “El último morreo del siglo XX” donde contener una carcajada nerviosa y excesiva está al alcance de unos pocos elegidos, como puede ser Clint Eastwood.
Manuel Jabois no pretendía dar lecciones de nada a nadie cuando escribió estas columnas; ni solucionar el mundo, como intentan la práctica mayoría de opinadores en este país, obviamente sin demasiado éxito. Lo que puedes encontrar en Irse a Madrid es una agudeza superlativa y divertidísima para contar momentos y situaciones en que cualquiera, que esté un poco tarado, puede verse envuelto.

viernes, 21 de septiembre de 2012

"El enredo de la bolsa y la vida"


Eduardo Mendoza lo ha vuelto a hacer. Y para ello no ha tenido más que desempolvar las desventuras del viejo sabueso con el que tanto disfrutamos sus devotos admiradores. 

En “El enredo de la bolsa y la vida” este detective metido a peluquero, que ha pasado media vida entre un centro psiquiátrico y las calles más desfavorecidas (por no decir sucias, cutres e infra higiénicas) de Barcelona, manifiesta, como siempre muy a su pesar, que es un personaje híper adaptable a distintos ambientes y  épocas, como ya demostrara  en la anterior entrega (“La aventura del tocador de señoras”), en la que acondicionó su estilo a una Barcelona modernizada por los Juegos Olímpicos del 92. Ha demostrado no achantarse a un reto mayor: malvivir con alegría en la Barcelona actual, lastrada por una severa crisis económica. 

El autor consigue, como es casi norma en él, que el ducho lector  no pueda pasar las páginas sin descacharrarse hasta prácticamente caerse de la cama, del sillón o del váter según su ubicación lectora, mientras va conociendo a personajes tan dispares como la adorable y listísima Quesito, la sensual Lavinia, el apuesto Rómulo el Guapo, la venerable familia Siau o la mismísima canciller de Alemania, si, Angela Merkel. 

Una historia perfectamente trabajada y trenzada en la absurdez más inteligente en la que la trama, que se mueve alrededor de los sangrientos planes de un peligroso terrorista internacional, consigue mantener el interés del lector desde la primera página a la última.

Ahora solo queda esperar que esta tetralogía tenga continuidad. Además, si el viejo detective comienza a sufrir (más) los achaques de la edad, pienso que un dignísimo sucesor ha nacido. Y para no echar de menos las pepsicolas, podremos endulzar la lectura con un refrescante Mágnum.